EE UU e Irán inician la negociación de un nuevo acuerdo nuclear tras un primer encuentro “prometedor”
Delegaciones de ambos países se han reunido en Omán y se han citado de nuevo la próxima semana. Tanto el jefe de la diplomacia iraní como la Casa Blanca aseguran que el diálogo ha sido “constructivo”
Sendas delegaciones de Estados Unidos e Irán se vieron este sábado en Mascate, capital del sultanato de Omán, para una toma de contacto preliminar de términos inciertos sobre el futuro del programa nuclear de Teherán. La reunión duró dos horas y media. Terminó a las 17:50, hora local, según informó la televisión estatal iraní, con el compromiso de continuar hablando la semana que viene. Al término del encuentro, el minist...
Sendas delegaciones de Estados Unidos e Irán se vieron este sábado en Mascate, capital del sultanato de Omán, para una toma de contacto preliminar de términos inciertos sobre el futuro del programa nuclear de Teherán. La reunión duró dos horas y media. Terminó a las 17:50, hora local, según informó la televisión estatal iraní, con el compromiso de continuar hablando la semana que viene. Al término del encuentro, el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi, ha afirmado en un tuit que las conversaciones han sido “constructivas y prometedoras” y, en otras declaraciones recogidas por medios oficiales de su país, ha anunciado que ambas partes han decidido continuar el diálogo “probablemente el próximo sábado”, 19 de abril, una fecha que esos medios dan por segura.
La Casa Blanca ha emitido un comunicado en el que ha calificado el encuentro en términos parecidos a los empleados por la delegación iraní. Las conversaciones diplomáticas fueron “positivas y constructivas” y suponen un “paso adelante para lograr un resultado mutuamente beneficioso”, ha manifestado.
El jefe de la diplomacia iraní, que encabeza el equipo negociador de su país en Omán, ha asegurado luego que en esa segunda reunión del próximo sábado su país intentará entrar “en la agenda de negociación, que naturalmente tendrá un calendario”. El ministro ha subrayado a su vez que, más allá de los aspectos “formales”, lo “importante” es “la base” sobre la que se negocia, y que ambas delegaciones se han “acercado mucho” a esa base .
La de este sábado ha sido la primera negociación reconocida públicamente entre Estados Unidos e Irán desde que la Administración de Donald Trump abandonara hace siete años, en el primer mandato del republicano, un trascendental pacto alcanzado en 2015 en tiempos de su antecesor, Barack Obama. Estados Unidos y otras potencias occidentales, además de Rusia y China, firmaron entonces que Irán limitaría su programa de enriquecimiento de uranio, bajo una estricta supervisión internacional, para garantizar que no fabricara armas atómicas.
A cambio, Teherán obtuvo el levantamiento progresivo de sanciones que pesaban sobre la economía del país, especialmente sobre su principal fuente de ingresos y de divisas: el petróleo. Trump sacó a EE UU de ese acuerdo hace siete años y el diálogo entre ambas partes quedó roto. A partir de 2021, todavía con Joe Biden en la Casa Blanca, los dos países mantuvieron varias rondas de negociaciones indirectas que no dieron fruto.
La reunión entre las delegaciones iraníes y estadounidense ha tenido lugar en un clima de creciente tensión en Oriente Próximo y con el trasfondo del intento de Trump por demostrar las presuntas dotes negociadoras sobre las que ha construido su imagen política. El presidente estadounidense busca un nuevo acuerdo y aspira a hacerlo en sus propios términos: “Deseo que Irán sea un país maravilloso, grandioso y feliz, pero no pueden tener armas nucleares”, dijo el viernes el estadounidense a los reporteros a bordo del Air Force One mientras volaba rumbo a su casa de fin de semana, en Mar-a-Lago (Florida). Dos días antes, declaró que, si para lograr sus objetivos había que recurrir a la fuerza militar, no dudará en hacerlo. “Israel, obviamente, estará muy involucrado [en esa campaña]. Será el líder”, añadió.
No está muy claro qué se puede esperar de la negociación que ha empezado este sábado en Omán. Tras finalizar el encuentro, sí se ha despejado la incógnita de si las negociaciones iban a ser directas —como afirmaba Trump—, o indirectas, como sostenía Teherán. El resultado es que el diálogo ha tenido ambos formatos, con lo cual ambas partes pueden decir que tenían razón: las delegaciones han iniciado la conversación en salas diferentes, con la mediación del ministro omaní de Asuntos Exteriores, Badr al Busaidi, y han terminado con una breve conversación cara a cara entre el ministro de Asuntos exteriores iraní y el enviado de Estados Unidos, Steve Witkoff. Ambos hablaron “brevemente” en presencia del mediador omaní, según la televisión estatal de Irán.
El futuro de las conversaciones depende ahora en gran parte de si Estados Unidos adopta o no una postura de máximos, como indican, por ejemplo, unas declaraciones del consejero de Seguridad Nacional de la Administración de Trump, Mike Waltz, a la CBS el pasado 23 de marzo. Waltz sostuvo entonces que su país reclamará a Irán el desmantelamiento total de su programa nuclear, así como de su proyecto de misiles balísticos y su apoyo a su red de milicias aliadas en la región. Esa es una línea roja para el régimen iraní, cuya continuidad podría verse incluso comprometida en caso de aceptar esas exigencias, recalca el analista especializado en Irán Daniel Bashandeh.
Este experto considera “evidente” que “EE UU ha puesto en marcha una política de máximos hacia Irán, en la que apuesta por la diplomacia, pero recurriendo también a la amenaza militar”.
En un escenario más favorable para Irán, la Casa Blanca podría tratar de cerrar un acuerdo exclusivamente en materia nuclear, similar al firmado en 2015, pero quizá con más garantías de las que preveía ese pacto para que que Irán no se dote de armas nucleares.
Por parte iraní, en los últimos días se han multiplicado los gestos conciliadores. La agencia de noticias oficial IRNA había difundido este sábado mismo unas declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores en las que aludía a la “posibilidad de un entendimiento que marcará el camino” si Estados Unidos se sentaba “a la mesa en igualdad de condiciones”.
Araghchi publicó esta semana un artículo de opinión en The Washington Post en el que advertía de que un conflicto en Irán supondría un alto coste para un presidente que hizo campaña prometiendo que no llevaría a Estados Unidos a las guerras en el extranjero que definieron los mandatos de sus predecesores. “No vemos a Trump con ganas de ser un presidente que mete a su país en una guerra catastrófica en Oriente Próximo, un conflicto que se extendería rápidamente por toda la región y que costaría exponencialmente más que lo gastado por sus antecesores en Afganistán e Irak”, afirma el ministro iraní.
En lo que el medio especializado en la región Amwaj tachó de “giro sorprendente”, el presidente iraní, el moderado Masud Pezeshkian, aseguró incluso este miércoles que el líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, “no tiene objeciones a que los inversores estadounidenses” entren en el mercado iraní.
“Margen negociador”
Daniel Bashandeh cree que, a pesar de que Washington puede reclamar inicialmente el desmantelamiento completo del programa nuclear iraní, hay cierto “margen para la negociación”. La exigencia “indiscutible para EE UU es que Irán no obtenga armas nucleares, pero eso es muy diferente de que el país no disponga de un programa atómico. De las últimas declaraciones de Donald Trump, sobre todo durante la campaña, secundado por el secretario de Estado, Marco Rubio, y por su enviado especial para Oriente Próximo, Steve Witkoff, se desprende que ese es su único objetivo”.
El encuentro en Omán, a puerta cerrada, se ha celebrado en un momento en el que la influencia iraní en la región se ha visto muy mermada desde el inicio de la ofensiva militar de Israel en Gaza. Irán afronta una grave situación económica y social interna, tiene sus capacidades militares disminuidas por el ataque israelí del pasado octubre, y su política regional está en ruinas por la destrucción de la capacidad ofensiva de sus principales aliados en Oriente Próximo: Hamás en Gaza, el partido-milicia chií Hezbolá en Líbano, las milicias proiraníes de la llamada Resistencia Islámica de Irak o los hutíes en Yemen, contra los que Washington lanzó el mes pasado un ataque a gran escala. Todos ellos han sufrido una pérdida de poder en estos 18 meses. Otro aliado crucial para Irán, el régimen de Bachar el-Asad, ha sido derrocado en Siria.
El acercamiento de la Administración de Trump al presidente ruso, Vladímir Putin, en la cuestión crucial para Moscú de la guerra de Ucrania también ha minado ese apoyo crucial para Teherán. El ministro delegado de Asuntos Exteriores ruso, Andrei Rudenko, ha afirmado esta semana que el Kremlin no apoyaría a su hasta ahora aliado Irán en caso de un ataque militar por parte de Estados Unidos.
El anuncio de la reanudación del contacto con Irán, cuyas relaciones diplomáticas con Estados Unidos están rotas desde hace 45 años, lo hizo Trump el lunes pasado durante la visita a la Casa Blanca del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que abogó por lo que se conoce como el “escenario libio”. Es decir, que se obligue a Irán a desmantelar su programa nuclear, como hizo a partir de 2003 la Libia de Muamar Gadafi, que renunció a su programa atómico, de armas químicas y de misiles balísticos de largo alcance y aceptó su desmantelamiento total.
Ese precedente, recalca el analista Bashandeh, es visto en Irán “como un escenario que hay que evitar”. Gadafi fue derrocado en 2011 con ayuda de la OTAN. “Es inverosímil que el régimen islámico acepte quedarse indefenso ante Israel cuando su prioridad, también en este diálogo, es precisamente garantizar su continuidad y supervivencia”, afirma el experto.
El temor de Washington y de otras capitales es que Teherán emplee su programa nuclear con fines militares, extremo que el régimen islámico niega. Ese miedo es especialmente acuciante en Israel, que ve en un Irán con armas atómicas una amenaza a su existencia. Desde que Estados Unidos se retiró unilateralmente del acuerdo de 2018, Irán dejó de cumplir sus compromisos de forma paulatina y ahora enriquece uranio hasta el 60% de pureza, según el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Es una cantidad que va mucho más allá de lo necesario para su uso civil y que se acerca al 90% que se precisa para fabricar armas atómicas. Teherán insiste, sin embargo, en que los fines de su programa nuclear son exclusivamente civiles.